A fin de año los argentinos depositaremos nuestro voto a favor de alguna de las fórmulas presidenciales que se disputan la conducción política del país durante los próximos cuatro años. En 2015 Mauricio Macri ganó el balotaje con algo más del 50% de los votos, lo que no hubiera sido posible si una importante porción de los trabajadores no lo hubiera votado. Las razones de esa elección exceden el análisis que pretendo hacer, pero no creo que sean totalmente reprochables, si tenemos en cuenta el marco de la coyuntura histórica que se vivía. Como no hubo mucha autocrítica de los perdedores, me considero eximido de entrar, ahora, en ese tema.
Pero hoy, con casi cuatro años de gestión macrista, reiterar esa opción sería imperdonable. Ya no se trata de adivinar o suponer lo que un gobierno de empresarios y de CEOs puede hacer, al menos en el mundo laboral. Hoy sabemos perfectamente lo que hicieron; y lo que quisieron hacer y no pudieron por su debilidad política y parlamentaria. Darles otra oportunidad sería, para los trabajadores y sus sindicatos, suicida. Ni más, ni menos.
Veamos qué pasó con el salario, que ha perdido poder adquisitivo de manera atroz en los últimos años, como consecuencia de una brutal devaluación de nuestra moneda, de una inflación descontrolada, y de restricciones a la negociación colectiva con “techos” a los incrementos salariales arbitraria e ilegalmente impuestos por el gobierno, para bajarles el costo laboral a las empresas. No se trata, entonces, de “daños colaterales” no queridos, sino de decisiones políticas muy claras y evidentes.
El Ministerio de Trabajo, hoy simbólicamente degradado a una Secretaría, es una especie de Gerencia de Recursos Humanos de la patronal, que les hace el “dos a uno” a los trabajadores y a los sindicatos. La reforma laboral, flexibilizadora de derechos y conquistas sociales, no está archivada, sino que permanece en carpeta a la espera de una mayor acumulación política que les permita sacarla. Una nueva reforma previsional a la baja también aguarda pacientemente ese momento.
Sindicatos intervenidos sin respetarse las regulaciones de la Ley Sindical y con la complicidad de la justicia penal, y la represión ilegal del conflicto social, tanto con multas multimillonarias a los gremios, como con el “gatillo fácil” de la doctrina “Chocobar”, son otros claros ejemplos de lo que podemos esperar de un nuevo mandato de Macri.
La Justicia del Trabajo, que es la herramienta de los trabajadores para bajar a la realidad sus derechos, ha estado, está y estará bajo amenaza. Basta repasar las reiteradas declaraciones de Macri sobre ella, sobre los jueces laborales y sobre los abogados laboralistas, para saberlo.
En el modelo de relaciones laboral del gobierno, el esquema es mano de obra dócil y barata, inestabilidad laboral y precarización, sindicatos débiles y huelgas inofensivas. Ya nadie puede hacerse el distraído.
Dr. Luis Enrique Ramirez
Asesor legal del Sindicato Argentino de Trabajadores de la Industria Fideera